viernes, 5 de octubre de 2007

Cuñas Políticas: Una Desbordante Dosis de Creatividad

Por Alejandro González

Días atrás el modesto y carismático ex-Ministro Vocero de Gobierno, Ricardo Lagos Weber, renunció a su apoteósico cargo que ostentaba en el Palacio de La Moneda. El revuelo fue relativamente alto y bastó para que la pauta informativa tuviera un considerable quiebre con la precipitada noticia, pero dicho acontecimiento, quizás, no fue prescisamente exacerbado por la salida del sr. Lagos Weber, sino que más bien por la llegada de su reemplazo, Francisco Vidal, hasta ese entonces Director Ejecutivo de la estación de televisión estatal TVN.

A partir de este hecho y de los que se mencionan a continuación, podemos afirmar libremente que la política siempre estará plagada de lugares comunes, tanto física como retóricamente. Es así como las confrontaciones entre los dos bloques políticos que monopolizan este sistema hacen del status quo algo más agradable y simpático con sus salidas y, alejándose un poco de sus labores sustanciales, también nos deleitan con sus incursiones en los más recóndito de la lengua española como es el caso de Carlos Larraín, presidente de la Renovación Nacional, en donde acuña un nuevo término para el diccionario de frases clichés de la política chilena refiriendosé a la llegada de Francisco Vidal al gabinete de la Sra. Bachelet: "Partió la campaña a fondo de don Ricardo Lagos, me parece a mí, pero también aquí se inicia lo que yo llamaría el oposicidio". Con estas pueriles palabras se da comienzo a un nuevo round entre gobierno y oposición al escuchar la reacción de la Alianza ante el comienzo del "segundo tiempo" en el gobierno de turno, hablando en los metafóricos términos del Sr. Vidal.


No es hace poco que las palabras terminadas en "cidio" e "ismo" han invadido la pauta noticiosa y la limitada creatividad de quién osa en emitir y contribuir perogrullescamente a nutrir de nuevos conceptos a nuestro sincrético idioma. Basta evocar la ola de "femicidios" que tuvo lugar en nuestro país para dar licencia a distintos personajes públicos de utilizar éste concepto como fetiche para satisfacer su necesidad de responder a quién lo ataca con palabras... transgresoras, por así decirlo.

Basta recordar los dichos de la mismísima Presidenta de la República, Michelle Bachelet, al referirse a lo descarnado de las críticas que recibía de sus adversarios, calificando esas acciones como "femicidio político" haciendo referencia justamente a la noticia que era tema central de los noticieros en aquel entonces: el creciente número de asesinatos a mujeres en manos de los hombres... para que después no digan que la Presidenta no es creativa.


Cómo no mencionar la frase del año en cuánto a farandulería política se trata: "Yo me considero un Bacheletista-Alianzista". Una paradoja cornetera y rebuscada, que por cierto suena bastante bien. Un concepto bien elaborado y con una desbordante dosis de buenas intenciones que incluye en su mensaje una renovada concepción de la política, que lo más probable es que haya costado noches de insomnio y una enorme cantidad de ensayos previos a su declaración. Sin duda, un acierto conceptual de Joaquín Lavín que coopera abismalmente con la irrefutable mediocre calidad de las cuñas politiqueras existentes en nuestro país.
No podemos desconocer tampoco, la noble labor periodística al ayudarnos a entender de una manera diferente la realidad política que se esta desarrollando en el país. Claro ejemplo de ésto es el notable epíteto con el que caracterízan cierta tendencia del partido demócrata cristiano en función al color de pelo de uno de sus ex-líderes, Adolfo Zaldívar, colgándoles el cartel de "colorines". Realmente genial, a más de alguno le debe agradar esta manera de presentarnos a los partidos políticos del siglo XXI evocando a los clásicos de la historia de Chile aludiendo a los nombres con que los historiadores describieron a las tendencias liberales y conservadoras del siglo XIX en plena construcción de nuestra nación... "pipiolos" y "pelucones". Bravo por esta prensa retrógrada y caduca.

Así, entre otras simpáticas citas y situaciones, vemos como nacen nuevos exponentes de la cultura lingüística chilena. La más pura muestra de que en nuestro país la política no sólo se queda en discusiones y desencuentros, sino que también perfectamente es capaz de adentrarse en temáticas que no le imcumben de ningun modo. A todos esos académicos de la lengua de tercera, les damos las gracias por enriquscernos con ese cliché que tanto nos caracteriza, sin duda, han encontrado la manera de hacer de este país mucho más competente de lo que era hasta hoy.