martes, 25 de diciembre de 2007

La generación perdida

Por Alejandro González

Una generación carente de identidad, una generación decadente, una generación plagada de modas ridí­culas sin sentido, y una búsqueda innecesaria de referentes que marquen la pauta de su moda. Si, así­ se determina esta camada de jóvenes, hijos de la nueva y supuesta democracia que viven acomodadamente en un paí­s ya consagrado socialmente. Antecedente directo de un conflicto socio-polí­tico ya sanjado y sin mayores problemáticas que provocan la ausencia de una verdadera bandera de lucha que los marque tal como lo hizo la juventud hippie en los 70 o el ideario polí­tico durante los 80.

Tengo 17 años y me considero parte del 0.99 % de jóvenes que no son parte de la masa y por consiguiente, prefiero excluirme de esta generación, porque realmente me da pena sentir que gran mayorí­a de mis parientes etarios se encuentran en una situación que al menos para mi no es agradable.

Esa falta de criterio del adolescente actual se ve reflejada en los siguientes casos: por ejemplo, para ellos nada es interesante excepto algún carrete, fotolog o cuantos minos o minas te comiste el otro dí­a, pero hablar sobre contingencia, las noticias de anoche o comentar algún libro… olví­dalo, se aburren y te mandan a la cresta y después te andan pelando de que uno es “pollo” (palabra del diccionario urbano contemporáneo) porque habla puras weas que a ellos no les interesa. Y no falta también el estar en esas conversaciones de curso en la sala de clases en las que se discute un tema, en donde siempre hay uno que da la tesis y otra persona que esta en contra, sin embargo, nunca encontramos una visión distinta a la que dijo el otro… y es ahí­ donde nace esa maldita muletilla: “ehm, no sé… yo pienso lo mismo que él poh’…” del que responde forzadamente y repite en malas palabras lo mismo que dijo aquel que sí­ tiene una opinión auténtica.

Esta generación esta tan convencida que con la “revolución pingüina” la rompieron y le hicieron un bien a la comunidad que se les hincha el pecho cada vez que les toca hablar sobre el tema y te cuentan el cuento de que asistiendo a marchas, tomándose colegios, participando de paros y creerse el cuento de anarquistas (cuando los únicos anarquistas que conozco son los de la comunidad de Pirque) basta y sobra para cambiar el mundo. Y lo que pasa es que hasta este momento es aquel acontecimiento lo que nos marcó… un levantamiento general al peo, un tiro al aire, en donde los medios y el gobierno se culiaron a los secundarios por donde quisieron y aún así­ nos sentimos orgullosos de haber sido parte de un movimiento que si bien acaparó cámaras durante un buen tiempo nunca obtuvo la trascendencia que se esperaba, y si de algo sirvió (aparte de darle la idea a Bachelet de que creando comisiones se saca hartos cachos de encima) fue para darnos cuenta de que los Carabineros de Chile son tan o más conchas de su madre que la policí­a canadiense.

Lamentablemente nos tuvo que tocar a nosotros el vivir a costa de Coca - Cola, McDonalds y Microsoft, fue del 90′ en adelante cuando se abrieron las piernas de Chile al mundo y eso bastó para que el sistema anestesiara las ansí­as de un paí­s digno en toda esta juventud que vive plenamente como si nada malo pasara. Nos convertimos en una tuerca más de esa máquina que nos gobierna pero no aspiramos a nada más que eso… y es justamente aquella situación la que nos hace una generación perdida, la generación de los cómodos porque nacieron con un sistema ya armado y supuestamente no se tiene nada que corregir. Tenemos a una mal llamada “clase polí­tica” inepta e incapaz y nosotros… aún en las ramas, viviendo parejiiiito como si todo estuviera en perfecta armoní­a, respondiendo con un contundente: “no estoy ni ahí­” cuando nos preguntan sobre polí­tica, pero aunque no lo queramos tenemos que estar ahí­ porque si no somos nosotros los que tomen el toro por las astas mucho menos lo harán aquellos que nos anteceden.

En esta generación ya no se encuentra nada porqué luchar, no hay motivaciones por las cuales pensar en grande, no hay algo que los haga sentirse mas que esclavos de un fotolog, no hay nada que los anime a invertir su tiempo en reflexionar y buscar soluciones para un paí­s mejor… pero lo único que se atina a decir cuando se piensa en eso es : “ah, que fome“.

Es la generación perdida, el eslabón que rompió la cadena, la de los inconscientes y los embobados con lo fashion y lo bizarro. Esa que vive de la “distorsión“, esa misma que su sustento son ideas platónicas de revolución y que la única razón de su existencia es el Internet y las discoteques para “pokemones” que abren a las 3 de la tarde y cierran a las 9 de la noche, es la generación degenerada, degradada y trillada de la que sólo pocos logran romper su desperfilado esquema y si algo es realmente bueno es justamente aquello que nace de la cabeza de los que tienen la inteligencia, la perspicacia y la capacidad para marcar la diferencia.