lunes, 28 de enero de 2008

La segunda se paga

Por Claudio González

¿Por qué será que las segundas partes siempre tienen algo de interesante? Es cosa de ver por ejemplo el caso de los políticos de hoy, quienes supuestamente deberían ser caras nuevas, pero no, vemos a gente que incluso ha llegado a ocupar cargos en tiempos en que nuestro país vivía mucho mas polarizado que en nuestra actualidad (aunque antes eran pocos los que se daban cuenta de esta situación). Para una muestra clásica, podemos ver al ex senador Andrés Zaldivar como ministro del interior (aunque duró menos que un candi de 50 pesos), Edmundo Pérez Yoma (el mismo de los caballos), Sergio Bitar (el mismo de los “cambios a la educación”), o la misma presidenta, quien pasando de ser ministra de salud y defensa, le tocó asumir una pega más compleja de lo que pensaba, aunque según las encuestas de esa época, ella era la más carismática (y pensar que los pokemones también se autoproclaman como buena onda).

También vemos cómo algunos miembros de grandes puestos en la vida empresarial (estatal o privada) se repiten el plato como si fuera algo totalmente normal, sin apelar a la falta de experiencia en algunos casos, como también la constante cuota de amiguismo, lobbysmo y no olvidar tampoco el chupamedismo.

Obviamente nadie puede negar que existan casos aislados los cuales son totalmente considerables y correspondientes a una gestión exitosa, pero cuando vemos que todo se rige según factores que no necesariamente corresponden a un motivo meritorio, puedes asumir el poco movimiento social dispuesto a corromper esta suerte de posicionamiento de los “mismos de siempre”. A poco andar, es cosa de ver todo lo que ocurre en los trabajos, donde por ser amigo de tal persona (o conocido en algunos casos), puedes tomar cargos que ni siquiera tienen que ver con lo estudiado (si es que terminaste estudios, claro), ganando posicionamiento involuntario, pero al ver resultados satisfactorios, se sigue con lo mismo (y todo por ser una cara bonita ligada al ABC1).

Si bien las segundas partes deberían pagarse, ya que se asume una experiencia más remozada, todo resultará según tincadas de los poderes de turno, y sin importar la gestión, experiencia, voluntad de acción o simplemente atinar en relación al cargo asignado, la realidad nacional seguirá complementando un futuro centrípeto, moviéndose en los mismos sabores de siempre, sin mucha sal ni azucar ¿o no?