domingo, 6 de enero de 2008

Cerebral

Por Catalina Mendoza

Tengo ganas de llorar, de llorar por nada, de inventar en mi cabeza que todo se fue por la borda y que nada me resulta bien. Pero todo está bien, todo está perfecto, tan tranquilo como una tacita de chocolate caliente y malvaviscos, así de gringo y absurdo, así de nevado e invernal. Tengo el cráneo dentro de agua congelada y por ahora no pienso en nada, en nada más que los recuerdos, porque si hay algo que jamás se borra son los eternos recuerdos. Por eso odio el título de "eterno resplandor de una mente sin recuerdos", aún cuando quiera verla, la amnesia no existe... es inventada y creída, porque los recuerdos y lo esencial de la vida sigue ahí, intacto, perplejo y pegado como un dedo lleno de lo que la gotita pega pega, nada nada lo despega.

Me siento idiota escribiendo esto, pero me encanta contradecir las tonterías que afirman aquellos que juran conocer todo lo que respecta a los dolores y sanaciones de seres humanos... porque todo está en el cerebro, todo funciona por los choques eléctricos entre las dendritas y el axón y esas mierdas que nunca me importaron cuando tenía biología, porque sólo fueron un dolor de apéndice. ¿Acaso sabes lo que tienes entre el cuello y las bubis? Un corazón, sí... un corazón palpitante y ventricular que bombea tu vida entera en pulsos etarios.
Y la duda es dónde se me quedó el alma... podría ser que estuviera en mis pies...porque cuando camino siento que cada pie delante del otro y luego atrás y delante del otro que estaba atrás, marca un caminito de mapa hasta llegar a la X, que corresponde entonces al tesoro más preciado que busca el alma que estaba en mis pies. Puede ser que esté en mis labios, pues no hay palabra que pronuncie y que provenga de razonamientos varios... nunca pienso algo antes de decirlo.

Tal vez está en mi panza, que se mueve cada vez que estoy nerviosa, feliz, triste, idiota, enojada... mi alma se infla y se desinfla. Pero lo más probable es que esté equivocada, pues dentro de mí nunca hubo lugar para mi alma... en ninguna enciclopedia del cuerpo humano hay una figura humana con espacio alguno, todo lleno de venas, músculos, esqueletos, órganos, tejidos, piel, pulgas... no hay espacio. Supongo entonces que mi alma vuela sobre mi cráneo y tiene gran poder sobre él, porque nunca le hago caso a lo que dice la glándula del pensamiento racional, jamás me doy el tiempo de explorar las cavidades craneanas expertas en eliminar al señor absurdo y la señora imaginaria. Mi mamá se llama alma, pero ahí no está la respuesta, porque antes de nacer yo ya tenía una y ella no lo sabía... es sólo que... esta es otra de esas cosas que nunca sabré, otra de esas cosas que siempre quedan inconclusas...